Torero español. Tomó la alternativa en Madrid (1831) de manos de El Morenillo. Valiente y dominador, consolidó el toreo a pie, organizó la cuadrilla, cambió el traje de luces e inspiró al crítico Santos López Pelegrín el libro Tauromaquia completa (1836), que se convirtió en el canon básico del mundo de los toros. Se le atribuye la invención del galleo
(Zahara de los Atunes, 1948 - Córdoba, 1984) Torero español. Era hermano de otro matador, José Rivera Pérez ("Riverita"), y padre del torero actual Francisco Rivera Ordóñez. Su debut tuvo lugar en Barbate, el día 16 de agosto de 1962, fecha en la que se enfrentó con reses de Núñez Polavieja. A partir de entonces, su valor y su conocimiento natural de las reacciones del ganado bravo difundieron su nombre de principiante. En 1964 intervino en su primera novillada en la plaza de toros de Cádiz
Paquirri
Tomó la alternativa en 1966, en la plaza Monumental de Barcelona. Acabada en España la temporada de 1967, se desplazó a tierras hispanoamericanas, donde dejó buenas muestras de su valor y su oficio de lidiador poderoso y curtido, a pesar de su corta experiencia. Tras haber toreado en Perú, Colombia y Venezuela, regresó a España para emprender la campaña de 1968 en los puestos cimeros del escalafón.
Si bien no era Paquirri un diestro llamado a renovar los fundamentos estéticos del toreo, su valentía, su serenidad delante de los toros, su perfecto dominio de todas las suertes (incluida la de banderillas) y, en definitiva, su extraordinario conocimiento del comportamiento de las reses bravas lo anunciaban como una de las grandes figuras del momento. Convertido en una figura consagrada, durante la década de los setenta cosechó innumerables éxitos por todas las plazas españolas, a pesar de que no gozaba de toda la complacencia de los aficionados más pendientes de la estética del toreo (quienes, sin embargo, no podían menos que reconocer las facultades de Paquirri para someter a cualquier tipo de toro).
En 1973 se vistió de luces en setenta ocasiones; en 1974, intervino en ochenta y un festejos; y en 1975, a pesar de la grave cornada que sufrió en Sevilla el día 16 de mayo, llegó a cumplir setenta y cuatro ajustes. Durante 1978 hizo sesenta y un paseíllos, que aumentaron a sesenta y tres en 1979, año en el que alcanzó la cima de su carrera taurina. En efecto, el día 27 de abril de dicha temporada salió a hombros por la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, después de haber enjaretado una espléndida faena a una res procedente de las dehesas de Torrestrella; y antes de que transcurriera un mes (el 24 de mayo de aquel mismo año) volvió a triunfar ante la afición, que lo sacó a hombros a través de la Puerta Grande de Las Ventas
En la década de los 80 el número de festejos en los que participaba fue decreciendo. El 30 de enero de 1983 fue corneado en la plaza de Santamaría (Bogotá) por un astado de la ganadería de Icuasuco, que le produjo una herida de seria consideración en el muslo derecho, de resultas de lo cual tan sólo pudo vestirse de luces en treinta y siete ocasiones en el transcurso de aquella campaña
El día 26 de septiembre de 1984, en la plaza de Pozoblanco, el cuarto toro de la tarde le infirió una tremenda cornada en el muslo derecho, justo cuando Paquirri lanceaba de capa para ponerlo en suerte durante el tercio de varas. En la misma enfermería de la plaza se intentó contener la hemorragia y reparar el destrozo arterial; pero, ante la gravedad del percance, los doctores decidieron el traslado urgente al hospital Reina Sofía de la capital cordobesa. Durante el traslado en ambulancia, el estado de Paquirri empeoró considerablemente, por lo que se decidió conducirlo hasta el Hospital Militar, que quedaba algo más cerca. Al llegar allí, los facultativos sólo pudieron certificar el fallecimiento de Francisco Rivera, óbito que causó una conmoción general en todo el país
Su muerte se vio desmesuradamente amplificada por la enorme popularidad de que gozaba el diestro en toda España y en muchos países hispanoamericanos, así como por la fama que entonces aupaba a su joven viuda, la tonadillera sevillana Isabel Pantoja. Anteriormente, el malogrado espada había estado casado con la hija del torero rondeño Antonio Ordóñez Araujo, Carmen Ordóñez, con la que había tenido un hijo que, andando el tiempo, se convertiría en matador de toros y luciría en los carteles dos apellidos de tanta solera taurina como Rivera Ordóñez